¿Te has preguntado por qué The Last of Us: Parte II no busca gustarte? Aquí te cuento cómo este juego redefine lo que significa "experimentar" un videojuego.
La experiencia The Last of Us: cuando el videojuego va más allá del entretenimiento
Si hay un título que todavía divide a la comunidad gamer (y con razón), ese es The Last of Us: Parte II. Y mira que he vivido debates intensos en foros y convenciones —ningún otro juego me ha hecho sentir tan incómodo y fascinado a la vez. Cinco años después de su lanzamiento, sigue habiendo quienes no entienden una verdad sencilla pero brutal: este juego no está diseñado para ser "disfrutado", sino para ser vivido y experimentado en carne propia.
En mi estudio de desarrollo —donde todavía hablamos acaloradamente sobre la narrativa de Naughty Dog— siempre vuelvo al mismo punto: aquí no se trata solo de matar infectados ni de explorar escenarios espectaculares. Se trata de ponerte frente al espejo y obligarte a sentir cosas incómodas sobre la venganza, el perdón… y sobre ti mismo como jugador.
¿Por qué nos duele tanto The Last of Us: Parte II?
Joel y Ellie nos conquistaron desde la primera entrega; sus viajes por EE. UU. crearon una relación casi familiar con nosotros. Pero la secuela derriba toda esa comodidad en apenas dos horas matando al protagonista ante nuestros ojos (¡y haciéndonos jugar como su asesina!). Aquí es donde muchos fans sintieron esa traición irreparable.
¿Es esta decisión injusta o gratuita? Desde mi experiencia como desarrollador y crítico, creo que es profundamente honesta. Halley Gross —coguionista del juego— lo explicó mejor que nadie: las acciones tienen consecuencias reales. La muerte de Joel no es un golpe efectista; es el desenlace inevitable de sus elecciones pasadas. Como Troy Baker (voz original del personaje) reconoció públicamente en entrevistas como esta, Joel había cruzado límites morales de los que no podía escapar impune.
Luz entre tanta oscuridad: momentos humanos inolvidables
Aunque abunde la tristeza y el dolor, hay belleza pura en medio del caos. Recuerdo perfectamente el momento opcional en el que Ellie canta "Take On Me" a Dina; honestamente, tuve que pausar el juego unos minutos para digerirlo todo. Es una escena pequeña pero inmensa emocionalmente —esa sensación genuina de amor entre dos personas rotas intentando reconstruirse.
El museo espacial con Joel también brilla como uno de los grandes logros narrativos interactivos; son momentos así los que muestran lo especial que puede ser un videojuego frente a cualquier película o serie (y sí, lo siento HBO). El contraste con los momentos más oscuros hace que cada destello luminoso valga triple.
Como creador sé cuánto cuesta arriesgarse con estos detalles opcionales sabiendo que parte del público ni siquiera los verá; sin embargo, son ellos los que dan profundidad auténtica al viaje emocional.
La crudeza realista como herramienta narrativa
La violencia aquí tiene peso real. La evolución psicológica de Ellie —de heroína querida a figura trágica— se construye con maestría y crudeza milimétrica. Controlarla mientras toma decisiones cada vez más cuestionables es duro… ¡pero vaya si te hace reflexionar! Cuando Ellie mata a Nora o regresa sola a una casa vacía incapaz ya de tocar la guitarra, sientes un vacío raro e incómodo; ese tipo de vacío solo lo genera una historia interactiva bien contada.
No puedo evitar acordarme de conversaciones con colegas durante jams nocturnas debatiendo hasta dónde pueden llegar los personajes antes de perder nuestro cariño. Con Ellie sucede algo único: aceptamos sus defectos porque la hemos acompañado demasiado tiempo para descartarla así como así.
Abby: empatizar con quien menos esperabas (y odiabas)
Llegamos al punto caliente: jugar como Abby tras odiarla visceralmente por lo que hizo a Joel. Es imposible no sentir rechazo inicial; controlar al "enemigo" siempre ha sido tabú en videojuegos AAA… hasta ahora.
Pero Naughty Dog quiere justo eso: obligarnos a mirar más allá del odio binario típico del medio e intentar comprender motivaciones ajenas aunque duelan. Conforme avanzamos manejando a Abby y conocemos su propia tragedia (la muerte brutal de su padre), el odio comienza a difuminarse dejando paso al entendimiento —aunque nunca sea total ni fácil—.
La secuencia final en el teatro fue tan intensa para mí que literalmente solté el mando un momento (raro en mí). Tener que atacar a Ellie dolía físicamente; sentí rabia hacia los desarrolladores por forzarme… hasta entender su propósito mayor: construir empatía sin atajos ni trampas emocionales baratas.
Redención imposible… ¿o sí?
Abby encuentra un atisbo de paz ayudando a Lev y tomando decisiones radicalmente opuestas al ciclo violento donde estaba atrapada. Pero ni siquiera eso le garantiza redención total; sus heridas emocionales siguen abiertas —igual que las nuestras tras ver ambas historias completas—.
Y ahí reside la magia amarga del juego: no hay cierre fácil ni moraleja feliz. Solo personajes reales lidiando con consecuencias reales… como todos nosotros fuera de pantalla.
Por qué The Last of Us: Parte II sigue siendo relevante hoy (y lo será mañana)
Con la segunda temporada de la serie HBO avivando debates antiguos y nuevos fans reabriendo heridas frescas, este juego vuelve constantemente al centro del debate cultural gamer español y latinoamericano. Las discusiones sobre representación LGTBIQ+, moralidad en videojuegos o incluso decisiones narrativas impopulares están más vivas que nunca (como analizan aquí).
Lo importante es entender algo fundamental: este título existe precisamente para incomodarte e invitarte al debate interno y externo. Puede gustarte más o menos su propuesta, pero sería injusto reducirlo solo a polémicas superficiales cuando su valor está en recordarnos nuestra capacidad (o incapacidad) para empatizar con el otro —incluso si ese "otro" nos resulta odioso—.
Como alguien metido hasta las cejas en desarrollo indie sé lo arriesgado que es desafiar así al público mainstream; Naughty Dog pudo conformarse con una secuela cómoda pero eligió revolucionar nuestra forma de sentir jugando. Eso merece respeto incluso si genera división.
Consejos para vivir The Last of Us: Parte II “a fuego”
- Juega sin prisa y permítete sentir todo – aunque duela.
- Busca escenas opcionales escondidas: aportan matices clave sobre los personajes.
- Lee entrevistas oficiales después – descubrirás motivaciones profundas detrás de cada giro polémico.
- Comparte tus impresiones sin miedo en foros especializados o Twitch; otros jugadores pueden aportar perspectivas reveladoras o ayudarte a digerir ciertas escenas complejas.
- Reflexiona tras acabarlo antes de lanzarte al siguiente título – deja espacio para procesar emociones intensas.
Si quieres profundizar aún más sobre diseño narrativo emocional en videojuegos actuales te recomiendo leer este análisis especializado.
Preguntas frecuentes sobre The Last of Us: Parte II
¿Por qué generó tanta polémica la muerte de Joel?
Porque rompió las expectativas clásicas del jugador acostumbrado a finales predecibles; fue una decisión narrativa valiente ligada directamente al cierre abierto (y moralmente ambiguo) del primer juego.
¿Realmente es necesario jugar como Abby?
Sí, porque obliga al jugador a enfrentarse consigo mismo – ayuda a romper barreras simplistas entre “bueno” y “malo”, fomentando empatía desde el diseño jugable mismo.
¿La serie HBO logra transmitir lo mismo?
Logra captar parte del espíritu visual/emocional pero nunca igualará la intensidad interactiva ni las sensaciones contradictorias exclusivas del medio videojuego según mi experiencia personal.
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